Detrás de un teclado todo el mundo es muy valiente

A finales de los años 90, desde la facultad de telecomunicaciones de la Universitat Ramon Llull, teníamos acceso a internet: algo nuevo, que nos daba acceso desde terminales con pantallas de fósforo verde a un mundo muy grande (por aquel entonces no era un universo aún). Recuerdo haberme pasado una innumerable cantidad de horas conectado a chats, bbs, etc. donde coincidíamos con estudiantes de otras facultades y chateábamos sin parar. Allí descubrí un nuevo orden. En un único lugar se podían determinar diversas tipología de personas.

De entre todos los chateros destacaban algunos por ser los más valientes, divertidos, sociables, abanderados de todas las causas contra las injusticias del mundo, etc. Lo curioso era que, al conocerles en persona (las quedadas de Brinta, se llamaban, por el chat donde nos encontrábamos) te dabas cuenta que sólo sabían ser de esa manera parapetados detrás de un teclado. En la distancia corta casi ni aguantaban una mirada y no parecían tan dispuestos a poner su cuello por la salvación de ese mundo injusto contra el que tanto se desgañitaban en internet.

Eso mismo lo llevo viviendo desde el boom de herramientas como Twitter, Facebook, etc. Lo mismo que viví hace más de diez años está sucediendo ahora de nuevo, aumentado pero no corregido. Es por eso que no tengo cuenta en Facebook y para mi Twitter no es más que un gigantesco chat.

Me divierto (y a veces me irrita) ver a gente de cierta edad teorizar y retozar en Twitter, por ejemplo. Veo a gurús liderando masas, reinas de la fiesta que congregan a decenas de followers que le aplauden, vitorean, retweetean, etc. pero que a la hora de la verdad, cuando hay que hacer más que un click, no están dispuestos a poner el cuello.

De nuevo, le grito al emperador: va desnudo!!!!