Qué valor tiene un teléfono? Ley de Metcalfe o de las Externalidades de Red.

El valor de un teléfono por si solo.

Qué valor tiene un teléfono? Depende. Si lo que necesito es una herramienta que me permita abrir una nuez, es probable que un teléfono no sea la herramienta que necesito… y el valor del aparato en este momento será muy bajo para mi. 

Hablemos de dinero. Un HTC Diamond cuesta actualmente en Dows 549€. Un Sony Ericsson T280 nos costaría ahora en la tienda 89€. El valor económico del aparato cambia en función de sus características técnicas, su diseño, etc. 

Pero qué pasa si soy el único en el mundo con  un teléfono? Que tengo la opción de usarlo como cascanueces. No creo que nadie me lo compre, por muy bonito que sea o por muy barato que lo comercialize.

Un interlocutor. Dos interlocutores. N interlocutores.

Pongamos en el mundo a otra persona con otro teléfono. Como en el cuento The Silent Towns, de las Crónicas Marcianas de Ray Bradbury (cuya lectura recomiendo), qué vale un teléfono si en un planeta abandonado encuentro un teléfono que sólo permite comunicarme con una persona con quien no me interesa hablar? De nuevo, poco.

Ahora introduzcamos a más personas con teléfono en la ecuación, digamos un número n. El valor del sistema aumenta. Es cuando soy capaz de ponerme en contacto con quien quiera, donde quiera y cuando yo quiera que le otorgo mayor valor al aparato. Cuanta mayor sea n (gente que posea un teléfono), más fácil me resultará atraer a nuevos usuarios… y entro en una inercia que juega a favor del valor del teléfono.

Es decir, que el valor del teléfono depende directamente del número n. Jaque mate!

Os presento la Ley de Metcalfe o de las Externalidades de Red (ver también la Ley de Reed en que no se trata de usuarios sinó del número de conexiones que se pueden generar entre ellos).

Voy a hacerme rico con esto.

Espera, espera. Si fuera tan sencillo yo estaría fabricando teléfonos. El valor dependerá directamente del valor de n, pero también del tipo de usuarios y sus relaciones, de la calidad de la comunicación, de la necesidad de comunicarse, de la existencia o no de otras redes de telefonía, del precio que le pongamos al teléfono y un larguísimo (muy largo) etc.

Un error en la consideración de estas variables puede incluso hacer que el sistema se desmorone y tengamos en nuestras manos miles de millones de teléfonos que sólo podremos usar para abrir nueces.